VISITA AL CONVENTO DE SAN ESTEBAN
17/06/2014
¿Cuáles son tus joyas escondidas favoritas en Salamanca?Esta es la pregunta que los chicos de Housetrip.es me hicieron hace unas semanas como parte de su proyecto “Hidden Gems” (Joyas escondidas), que recogerá en una infografía bellezas ocultas de España e Italia.
Quien conozca Salamanca sabrá lo difícil que me resultó contestar, ya que tengo cientos de lugares favoritos, aunque finalmente seleccioné tres: el interior de la Clerecía, el Convento de las Dueñas y el Convento de San Esteban.
Unos días más tarde me llegó una invitación para visitar éste último junto a un acompañante y, por supuesto, no pude rechazarla.
Se puede llegar hasta allí por la Gran Vía, aunque te recomiendo que mejor bajes desde la Plaza Mayor por la Calle San Pablo, ya que el recorrido es más monumental y la llegada, con la fachada plateresca de frente, más espectacular.
La entrada general cuesta 3 euros (si eres jubilado, estudiante o vas con un grupo de más de 20 personas son 2 euros). Al contrario que en otros monumentos salmantinos, no hay día de entrada gratuita, por lo que si quieres verlo, es inevitable pagar.
El recorrido comienza en el claustro principal, llamado de los Reyes o de procesiones. En un primer momento recuerda a muchos otros claustros conventuales, pero la gran riqueza de su decoración lo hace diferente.
A simple vista llaman la atención las figuras esculpidas en los ángulos del Claustro, los accesos al espacio central y los medallones de los pasillos exteriores, aunque si te gusta fijarte en los pequeños detalles, podrías pasarte horas observando las figuras que decoran puertas y capiteles.
La Orden de los Dominicos se gobierna de forma democrática, ya que los asuntos más importantes que les atañen se resuelven con la Comunidad reunida en Capítulo.
En este Convento no hay una, sino dos salas capitulares: la antigua, en la que están enterrados Francisco de Vitoria y otros dominicos ilustres y que es muy austera, y la nueva, mucho más grande y vistosa, a pesar de que está incompleta.
Se puede acceder al piso superior a través de la Escalera de Soto, que simboliza el esfuerzo por la conquista del saber a través de la oración y el estudio.
En un plano más mundano, esta escalinata es una verdadera maravilla arquitectónica, por su belleza y por la técnica empleada para su construcción, que fue pionera en su tiempo.
Por si alguien lo dudaba, en la parte alta del Claustro no se encuentra la sabiduría, pero sí el acceso a una de las partes más espectaculares del Convento: el Coro, donde se puede ver un impresionante fresco de Antonio Palomino, que representa a la Iglesia Militante y a la Triunfante.
Desde aquí se ve por primera vez la Iglesia, aunque esto lo dejo para más adelante.
Por todo el recorrido hay espejos como el que se aprecia en la parte inferior de la foto superior, que están colocados estratégicamente para poder observar hasta el más mínimo detalle sin tener que forzar posturas. Me parece una fantástica idea, aunque en mi caso no los utilicé hasta este momento y me fue inevitable seguir girando la cabeza hacia todos los lados.
Además del Coro, en el Claustro alto se puede ver una colección de objetos relacionados con las misiones de los Dominicos en América, como cerámicas precolombinas, figuras realizadas por los indígenas, flechas, mapas, etc.
Si tienes la suerte de disfrutar de un día primaveral como el de mi visita, podrás disfrutar también del silencio del Convento, solo interrumpido por los vuelos y cantos de los pájaros.
En la parte baja de nuevo y junto a la Escalera de Soto está la Sacristía que, si se compara con las sacristías de otras iglesias, tiene un tamaño desproporcionado. Se construyó así para que fuera posible que muchos frailes se prepararan a la vez antes de concelebrar misas.
Su decoración, con numerosas imágenes religiosas, hace que más bien parezca una gran capilla.
Antes de entrar a la Iglesia todavía hay otra estancia: el mausoleo del III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, conocido como el Gran Duque por sus hazañas militares. Este noble fue, además, sobrino de fray Juan Álvarez de Toledo, el promotor del actual edificio del Convento.
La Iglesia del Convento de San Esteban
La Iglesia del Convento de San Esteban es sencillamente espectacular y supera, en mi opinión, a todo lo visto en el resto del Convento hasta ahora.
El retablo del altar mayor, que está considerado una de las obras cumbre del churrigueresco, desprende una luz dorada que parece envolverlo todo, hasta el punto de que es difícil distinguir a primera vista las esculturas de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, que se esconden entre las columnas salomónicas. Es tan excesivo en su decoración que cada vez que vuelves la cabeza hacia él te vuelve a sorprender y a hipnotizar.
En el otro extremo de la Iglesia está el Coro, que ahora se puede ver desde abajo. Aunque desde esta perspectiva no se aprecian la sillería y el atril, sí se puede ver el fresco, que aparenta estar encajado entre el balcón y el techo.
En los laterales de la Iglesia se suceden las capillas: la dedicada a Santa Catalina de Siena, que promete la indulgencia a cambio de rezar un Padrenuestro y tres Avemarías, la consagrada a la Virgen del Rosario, cuya imagen fue regalada por el Papa Pío V, la de Nuestra Señora de Loreto, patrona de Aviación, las que están decoradas con frescos, las que apenas tienen decoración...
Una de mis favoritas es la Capilla de San Jacinto de Polonia. Su decoración, en la que destaca un sepulcro renacentista, aparenta ser más austera que las demás, aunque lo cierto es que está sin terminar.
La Capilla de la Virgen del Rosario está en uno de los extremos del transepto (la parte que cruza a la nave principal formando una cruz). Posiblemente ésta sea la más famosa de todas, cosa que no es de extrañar por su belleza, valor artístico y situación.
Sobre el retablo, obra del autor del retablo del altar mayor, José de Churriguera, destaca un impresionante fresco que representa la Coronación de la Virgen.
De la escuela de Churriguera son también los retablos de los laterales del altar mayor, dedicados a Santo Domingo de Guzmán y Santo Tomás de Aquino.
Al salir de la Iglesia, otra vez al Claustro y de camino a la salida, nos encontramos con una última estancia, el Confesionario de Santa Teresa, habitáculo de tal sencillez que sólo cuenta con una piedra a modo de silla.
La Santa no fue el único personaje histórico que encontró refugio en el Convento de San Esteban, ya que por allí pasaron también Cristóbal Colón, Miguel de Unamuno y San Ignacio de Loyola, entre otros.
Como la visita había terminado y ya era la hora de comer nos dirigimos al Bambú, un famoso bar-restaurante sitúado en la Calle Prior, junto a la Plaza Mayor, donde comimos a base de tapas y pinchos a la brasa para finalizar una fantástica mañana.